Quizás después de quemarse, haber estrenado zapatos o manipular un objeto con fuerza llegan las ampollas. Erupciones en forma de burbuja que aparecen como mecanismos de protección cuando el organismo detecta lesiones en la piel.
Conocidas en el área médica como flictenas o vesículas, estas contribuyen a que la piel se recupere de alguna molestia. Enfermedades como la dermatitis, infecciones de la piel, por ejemplo, la varicela y reacciones alérgicas son otras de las causas de su aparición, según el portal médico webconsultas.
Antes de su erupción, los síntomas de su aparición son: dolor de la zona donde se está formando, enrojecimiento de la piel, ablandamiento y levantamiento de la piel. Y una vez se forma es dolorosa al tacto, siendo más o menos sensible dependiendo de la parte del cuerpo afectada.
En la mayoría de casos, se curan y desaparecen por sí solas. Sin embargo, es fundamental que la persona afectada mantenga la zona limpia y desinfectada. Si la ampolla persiste y mide más de 3 centímetros es recomendable que la persona acuda a su médico para solicitar un tratamiento.
El líquido dentro de una ampolla se llama suero o plasma y, aunque por lo general, es de color claro, también puede ser rojo si la ampolla se llena de sangre, o verde / amarillo si se llena de pus, lo que indicaría una infección.