Cualquier estímulo la produce en su dosis mínima. El ejercicio y ciertas emociones, la potencian.
Asesor Carlos Andrés Ospina – Deportólogo
El estrés, un susto, una emoción o una práctica deportiva, son estímulos que producen en los seres humanos una hormona y neurotransmisor llamado adrenalina, cuya función es aumentar la frecuencia cardíaca para llevar sangre y oxígeno al organismo y preparar al cuerpo para reaccionar y estar alerta ante ciertas situaciones. Le ha pasado que le causa terror la música de ciertas películas, o que siente un vacío en el estómago cuando ve a la persona amada, e incluso que se paraliza ante una posible amenaza. Esto ocurre porque cualquier estímulo exterior hace que el organismo libere esta sustancia, informándole al cerebro para hacerlo reaccionar de la mejor manera.
Su función en el deporte
Al hacer ejercicio, la adrenalina hace que los vasos sanguíneos se cierren en ciertas partes del cuerpo, como la cara, enviando la sangre al cerebro y a los músculos para que trabajen mejor. También se aumenta la cantidad de glucosa, que es la energía que se utiliza en la contracción muscular, tanto al jugar ajedrez como al hacer crossfit, de esta forma hay una mejor respuesta del movimiento.
Su producción beneficia, por ejemplo, la práctica de deportes como el motociclismo, en el que se requiere de mayores reflejos y una mejor visión para reaccionar con mayor rapidez, gracias a que su acción dilata la pupila y permite una mayor recepción de luz. Además, el cuerpo tiene mejor ventilación porque aumenta la capacidad del sistema respiratorio ante la demanda de oxígeno que exige esta práctica.
“En los deportes extremos como el paracaidismo, rappel, bicicrós, parkour o parapente, la producción de adrenalina es más alta para que la persona tenga mejor control del cuerpo al practicarlos; inclusive, en el fútbol, en donde el deportista tiene que correr de forma inesperada o saltar para golpear el balón con la cabeza o, en automovilismo, donde el piloto requiere hacer fuerza en sus pies y cuello”, explica el deportólogo Carlos Andrés Ospina.
En pacientes con ciertas enfermedades, la práctica de ejercicio mejora su condición, pues dependiendo de la intensidad o el estímulo, la adrenalina aumenta la sudoración, estimula e incrementa la filtración del riñón, mejora la producción de insulina y la contractilidad del corazón, entre otros beneficios.
Por fuera de los limites
Cada individuo produce las cantidades necesarias de esta hormona dependiendo del día, de su rutina, la hora en la que practique deporte y de sus condiciones físicas. Sin embargo, debe preocuparse cuando la actividad o estímulo que recibe sobrepase los niveles que su organismo es capaz de soportar, pues ello causaría una secreción excesiva, un aumento de la frecuencia cardiaca y posterior sobrecarga del corazón. Hipertensión, estrés crónico, cefaleas, ansiedad, náuseas, mareos, insomnio, problemas de visión temporales, irritabilidad y patologías cardiacas, son algunas de las consecuencias.
Antes de comenzar con la práctica de cualquier ejercicio, se sugiere realizarse una evaluación supervisada por un médico deportólogo, para determinar los niveles de adrenalina que el organismo es capaz de soportar.
Si la opción es el gimnasio
Elegir un lugar que cuente con un equipo calificado de especialistas que realicen una evaluación completa de su estado de salud y supervise el entrenamiento. Lo recomendado es asistir una vez al año a la revisión con el médico deportólogo. Un deportista aficionado debe consultar cada seis meses y un deportista de alto rendimiento, permanentemente.
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