Entre los diferentes tipos de hepatitis existentes, la B y la C son algunas de las más riesgosas, en cuanto pueden conducir a problemas hepáticos serios.
El problema mayor es que unas 325 millones de personas en todo el mundo viven con una infección crónica de hepatitis B o C, y muy pocos lo saben, según cifras publicadas por la Organización mundial de la Salud (OMS).
Según la OMS, “la mayoría de esta población no está sometida a análisis y no tiene acceso a los tratamientos” por lo que “millones de personas” corren el riesgo de desarrollar una enfermedad crónica o un cáncer que cause la muerte.
Solamente un 9% de los enfermos de hepatitis B sabe que ha contraído la enfermedad, según la OMS. Respecto a la hepatitis C, un 20% de los enfermos conocen su afección.
Según el portal especializado MedlinePlus, los síntomas de la hepatitis incluyen dolor o distensión en la zona abdominal, orina turbia y deposiciones de color arcilla o pálidas, fatiga, febrícula, picazón, ictericia (coloración amarillenta de la piel o los ojos), inapetencia, náuseas, vómitos y pérdida de peso. Sin embargo, en los casos de la hepatitis B y C, es posible que no se presenten síntomas en un principio.
La forma de transmisión más común de ambos tipos es por contacto con la sangre infectada, o durante el parto cuando la madre tiene la enfermedad. Por eso, es importante que las personas que tengan factores de riesgo asociados se practiquen análisis de sangre y otras pruebas y exámenes periódicamente.
“La mortalidad causada por la hepatitis está en alza (+22% entre 2000 y 2014), mientras que la provocada por la tuberculosis o el sida está en baja” destacó el Dr Gottfried Hirnschall, director del programa contra la hepatitis en la OMS.