El amor sí entiende de edades

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Todo lo que en un principio aumenta la posibilidad de unir a dos personas con diferencia de edad, luego puede convertirse en un riesgo.

Asesora Beatriz Arango, médica especialista en terapia familiar y de pareja

El romanticismo nos ha enseñado que el amor todo lo puede, que la edad no es un obstáculo y que todos los problemas se puedan superar. Mucho de cierto tiene esta afirmación, pero también mucho por analizar y reflexionar para que efectivamente el amor se fortalezca y pueda romper todas las barreras.

El análisis estadístico de un estudio realizado por la Universidad de Emory en Atlanta, en el que participaron 3 mil personas que en algún momento habían tenido una relación con personas mayores, encontró que una diferencia superior a 10 años aumentaba la posibilidad de divorcio en un 39 % y si la diferencia sumaba los 20 años, la probabilidad ascendía hasta 95 %. Según las conclusiones de la investigación, la diferencia de edad ideal en una pareja sería de 12 meses, tras encontrar que solamente un 3 % llegaban a separarse.

Pero ¿tendría que ser realmente así? Los cambios del mundo moderno están favoreciendo que este tipo de parejas duren más tiempo. El tabú social, si bien sigue existiendo y afectando la perpetuación de muchas relaciones, también es cada vez más relegado por las nuevas generaciones. Asimismo, como explica la médica especialista en terapia familiar y de pareja, Beatriz Arango, el hecho de que día a día más personas decidan no tener hijos, ha facilitado la posibilidad de encontrarse con parejas mayores sin tener la preocupación de la reproducción, lo que también disminuye las probabilidades de separación en la actualidad.

A pesar de esto, es una realidad que los riesgos existen. Aunque científicamente no se puede hablar de unas causas específicas que lleven a la separación de una pareja, sí hay ciertos esquemas que en determinadas etapas de una relación pueden representar una amenaza para la misma. Sin embargo, como puntualiza la especialista, “la complejidad de las parejas es única y cada una tiene que ser tratada como tal”.

Etapas del amor

Como en toda relación amorosa, el primer año y medio de la relación es un tiempo de enamoramiento “muy hormonal y primitivo”. El amor se sitúa en el sistema límbico, relacionado con el placer. Es normal aquí que los jóvenes se sientan atraídos por esa persona más adulta, por ejemplo por su sabiduría, en un afán por crecer culturalmente; asimismo, el poder que reflejan, la seguridad y la experiencia los hace convertirse en una figura de protección y de apoyo para los proyectos de vida futuros. Por su parte, los más adultos rejuvenecen, el contacto con un grupo social menor en edad les inyecta energía y vitalidad, además sus capacidades sexuales se renuevan. Hablamos de parejas que en un principio están totalmente compenetradas y que, por esa circulación hormonal, pueden no pensar aún en las diferencias que llegarán a convertirse en riesgos.

En una segunda fase del enamoramiento, en la neocorteza cerebral se plantean las conexiones neuronales que llevan al fortalecimiento de los sentimientos y el deseo de compromiso. Es la etapa en la que deberían reconocerse y aceptarse esas diferencias que podrán afectarlos, bajo un compromiso de continuar la relación a pesar de éstas.

Riesgos más comunes

Algunos autores sostienen que las relaciones en las que hay una marcada diferencia de edad se encuentran condicionadas por necesidades psicológicas inconscientes: los famosos complejos de edipo y electra. En estos casos, en los que el principal vínculo se da a través de una figura de paternalismo pueden presentarse más complicaciones para la perpetuación de la pareja.

Las diferencias en las dinámicas sexuales también aparecen como un factor de riesgo. El caso más común es el que se presenta con la disminución de la libido en los hombres que llegan a la mediana edad, mientras en la mujer, con la menopausia, aumenta el deseo sexual al no tener que preocuparse por la planificación familiar.

Por su parte, emocionalmente pueden encontrarse obstáculos en la adaptación al ritmo de vida del otro, la falta de sincronía en las expectativas y metas a corto plazo, así como en el relacionamiento social y la oposición de la familia. También es cierto que, “aunque los tabúes han disminuido, aún hay más aceptación al ver un hombre maduro con una mujer joven que viceversa”, por lo que en este último tipo de parejas los riesgos, ante la presión social, aumentan.

Igualmente, con el paso del tiempo es común que se presenten etapas más críticas. Cuando el más joven empieza a crecer y el otro a convertirse en un adulto mayor, lo normal es que haya un quiebre en la pareja. Se asocia con la famosa crisis de la mediana edad (a los 40 años en las mujeres y alrededor de los 55 en los hombres), “una etapa que genera muchos problemas porque cada uno está buscando satisfacer sus necesidades propias”, dice la terapeuta al explicar que, finalmente, cuando la persona mayor se hace anciana, las capacidades físicas y emocionales son completamente distintas a las de su joven pareja y es ahí cuando debería prevalecer el compromiso.

Los valores en los que han sido formados cada miembro de la pareja, la educación y las experiencias compartidas, juegan un papel clave en el fortalecimiento del vínculo de pareja. La invitación de la especialista es a vivir la vida con curiosidad, optimismo y compromiso diario. “Ese cuento hermoso de las abuelas que nos decían, ‘rieguen la mata diariamente’, ha sido de gran ayuda en la terapia de pareja precisamente por ser un reconocimiento diario de la libertad que tenemos de seguir amando y seguir comprometidos” •

15 años o más es la diferencia de edad sobre la que clínicamente hay más crisis y malos entendidos en la pareja.

3 años de noviazgo antes de casarse disminuye en un

30 % la probabilidad de divorcio.

Bases para mantener la relación

  • Es fundamental el diálogo. Hablar de forma amorosa, oportuna y clara, sobre los procesos cronológicos diferentes que tendrá cada uno.
  • Tener claras las necesidades de cada persona y cargar la responsabilidad de cumplirlas en los propios hombros.
  • Adaptarse a las necesidades del otro, sin perder las libertades propias, sus gustos e intereses.
  • Construir desde el principio un “buen amor”. Esto permite ver con mucha más bondad a la pareja y no renunciar ante los momentos de crisis.
  • Diariamente proponerse mantener la relación y seguir amando y respetando al otro.

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