La ingesta de alimentos altera los niveles en sangre de glucosa, albúmina, fosfatos, triglicéridos y urea; de hormonas como la insulina y la calcitonina, y de enzimas como transaminasas o fosfatasas.
Por esta razón, indica la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria, los análisis de sangre generalmente requieren un ayuno previo que oscila entre ocho y diez horas, evitando así las interferencias que la comida pueda causar en la determinación de los distintos parámetros químicos.
La Cruz Roja en Madrid explica la glucosa o los lípidos (colesterol o triglicéridos) son algunos de los parámetros que pueden variar después de comer, y es el indicador que con más frecuencia se analiza.
Las rutinas de laboratorio sirven para detectar la función de los órganos. A este grupo de pruebas se les describe como paneles o perfiles, según el órgano que se seleccione para monitorear, por ejemplo: perfil renal, hepático, lipídico, tiroideo, etc. Otras pruebas van en la búsqueda de un diagnóstico, estableciendo un patrón de anomalías. El médico es quien selecciona la prueba para conocer el estado del paciente.
Aunque la orina permite analizar menos parámetros que la sangre, cuando se requiere realizar un examen también es importante que se recoja a la primera de la mañana. Así, esta es más concentrada, porque acumula todos los productos de desecho que producen los riñones durante toda la noche.