¿Esto es lo mismo que el mal carácter? Comprenda sus características y las claves para que un mal rato no afecte sus relaciones personales.
Asesor: Santiago Herrera – Psicólogo
Magíster en Historia
Seguramente, habrá tenido días en los que no haya estado en la mejor disposición para actuar con amabilidad o para recibir ciertos comentarios. O también, le habrá sucedido que antes de decirle algo a alguien ensaya la forma de hacerlo, porque teme a su reacción o a su enojo.
Entonces, ¿se trata de mal genio o mal temperamento? Normalmente suelen estar relacionados. Como lo explica el psicólogo Santiago Herrera, el primero tiende a ser más circunstancial, una actitud específica en una situación particular. Mientras el segundo se asocia a una tendencia en algunos tipos de personalidades o formas de ser. “Sin embargo, en lo cotidiano y en lo cultural se utilizan igual”, afirma.
Lo que caracteriza a ambos es la explosividad e impulsividad en las respuestas, frente a actos que no tienen la correspondencia o dimensión para las mismas. Dicha contestación tiene componentes emotivos y asuntos fisiológicos que los demás notan de inmediato, como agitación y aumento de la voz. Pero el especialista precisa las diferencias, “una cosa es tener respuestas fuertes en un momento en particular y otra es que sea un modo de reaccionar constante y permanente en unas personas”, señala. Esto es distinto a la ira, por ejemplo, que es una reacción mucho más desmedida e incontrolable.
Es decir, todo el mundo puede tener momentos de rabia y enojo, lo que es completamente normal. “Hay gente muy calmada que eventualmente puede exacerbar una de sus respuestas. A todos nos ha pasado, en un momento caótico o de estrés, se le habla mal a quien no tenía nada que ver… Son asuntos circunstanciales. También hay personalidades que tienen respuestas emotivas e impulsivas, incluso para la euforia también. Estas varían y tampoco significa que respondan así a cada cosa de su vida, ni que sean malas personas”, comenta Herrera. No obstante, añade, cuando son conductas reiterativas, es importante analizar ante quiénes o qué situaciones afloran.
Ante el estallido
Usualmente, quien tiene esa tendencia, o haya tenido esa respuesta explosiva, no se siente orgulloso de ello. “No es que las personas digan: ‘hoy voy a estallar’. No es decidido. Y luego aparece una compensación fisiológica, pues hay mucho gasto de emociones que se han expresado de forma abrupta e intempestiva, por lo que queda un vacío”, indica el psicólogo.
Como consecuencia, la convivencia con los demás puede afectarse, pues aparecen la prevención, relaciones interpersonales menos espontáneas y malos entendidos. Se avivan los problemas de comunicación o también se aprovechan esos instantes de efervescencia para discutir otros asuntos pendientes.
Sano entendimiento
Pese a que la razón no logra controlar la emoción, en pro de una sana coexistencia consigo mismo y con los otros, es fundamental gestionar ese mal carácter cuando ocasiona malestar. “Lo primero es reconocer esas sensaciones. Si son momentos o es la personalidad. ¿Qué factores agravan esas expresiones? ¿Frente a qué personas? Reconocer que hacen parte de sí mismo, de su forma de relacionarse, sin que esta sea una justificación”, destaca el psicólogo.
Otro aspecto importante es que no se puede reflexionar durante el mal genio, sino analizarlo en momentos de distensión, sin el filtro de las emociones. “Hay a quienes les funciona alejarse de los escenarios o eventos en los que tiene esas reacciones”, dice Herrera. También tratar de dimensionar, imaginar esa situación al extremo para darse cuenta de que su respuesta exasperada no cambia las cosas.
Igualmente, cultivar la tranquilidad es un ejercicio diario. Para eso, hay cantidades de ofertas: la psicología, la psiquiatría, el deporte, las expresiones artísticas, el yoga, la meditación, la religión. “Todas en el fondo tienen un núcleo común: un momento de reflexión, de encuentro consigo mismo, distanciado de los estímulos externos. Quizás todas las personas, no solo para gestionar la rabia y el mal genio, deberíamos buscar una forma de acercarnos a nuestras emociones y pensamientos. La tranquilidad tiene que ver con el encuentro consigo mismo”, concluye el psicólogo.
Racionalmente se pueden tratar de explicar muchas emociones, sin embargo, estas expresan una relación entre el cuerpo y el entorno. Es preciso reconocerlas y saber en qué momentos afloran.